Un Mago del Azabache

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Villaviciosa

Un Mago del Azabache


José Antonio Gutiérrez, artesano ya jubilado, demanda la apertura de minas para garantizar el futuro del sector
27 Abril 2013 | 03:59
Gijón,
Mónica G. SALAS

José Antonio Gutiérrez Fombella, con un ovni de azabache en la mano.
mónica g. salas

«El azabache es mágico». Con estas palabras define José Antonio Gutiérrez Fombella al mineral al que dedicó más de 30 años de su vida y con el que realizó auténticas obras de arte, hoy expuestas en la residencia de ancianos de Pumarín, en Gijón, donde vive actualmente. Con la mirada puesta en la ventana de su habitación, este artesano, jubilado a los 65 años, evoca sus maravillosos años como azabachero.
«La primera vez que vi una piedra de este lignito fue en una finca que tenía mi familia en Oles (Villaviciosa). Era cálida, pesaba poco… Me quedé prendado de ella. Así que la lleve al joyero. Me dijo que era azabache y que no tenía ningún valor, pero que si la trabajaba, sí», relata Gutiérrez Fombella, quien, a partir de ese momento, emprendió una nueva aventura con este mineral «mágico» en sus manos y del que aún hoy no se separa. «Siempre llevo un anillo de azabache conmigo», asegura.
Precisamente, con los anillos comenzó a trabajar este lignito jurásico. Aunque poco a poco fue abriéndose a nuevos diseños, José Antonio Gutiérrez Fombella asegura que las piezas más exitosas siguieron siendo los anillos. «Se vendían como churros. Y por ello tallaba muchos. De hecho, me llegaron a llamar hasta “El señor de los anillos”», comenta divertido. No obstante, fueron muchos los artículos que este azabachero elaboró en su taller de Carbayín (Siero), llamado Araucaria: pulseras, collares, pendientes, abrecartas… y, sobre todo, muchos ovnis. «Es una pieza circular que sólo la hacía yo; otros artesanos intentaron copiármela, pero no lo consiguieron, ya que se trata de una técnica muy exclusiva», comenta este azbachero, que comenzó en el sector sin ningún tipo de conocimiento. «Tuve que aprender yo sólo a hacer las cosas. En aquel momento sólo eramos cuatro los que nos dedicábamos a la artesanía y el sector, como hoy lo conocemos, no existía», añade.
No obstante, sus creaciones más espectaculares fueron una corona y dos cálices que, por supuesto, le llevaron mucho trabajo. «Todos los artículos llevaban tiempo, pero estos, más todavía», señala. Aún así, para José Antonio Gutiérrez ser azabachero ha sido durante todos estos años «más que una tarea, un placer». Así, se pasaba horas y horas en el taller. «Había veces que estaba allí las 24 horas del día porque en el momento que empezaba algo tenía que ver cómo acababa», dice.
De sus más de 30 años como artesano cuenta José Antonio Gutiérrez Fombella que se queda, sobre todo, con la amistad de sus compañeros de profesión. Y es que en el sector no existía competencia. «Éramos todos amigos e íbamos a las ferias juntos», apostilla Gutiérrez, que confiesa seguir en contacto con sus colegas. De hecho, «cuando hay algún certamen voy con ellos. Ya no para vender, claro está, puesto que estoy jubilado, pero sí para acompañarlos», afirma.
Precisamente, por sus amigos defiende que es necesario abrir la mina de Oles, que cerró su actividad en 1923. «Hoy el problema es que no hay azabache y, si no lo hay, entonces desaparece el sector», asegura. Pero la reclamación de José Antonio Gutiérrez Fombella no es nueva, sino que los azabacheros ya llevan muchos años luchando por la reapertura de la explotación de Oles, considerada, además, una de las mejores del mundo por la calidad del mineral. Consciente de la problemática, Gutiérrez ha donado recientemente a sus compañeros de la Asociación de Azabacheros de Asturias 30 kilos de materia prima con motivo de su jubilación.